viernes, 19 de febrero de 2010

No lo somos...


Todo, todo desaparece… cierras los ojos y lo ves, ahí esta, dentro de ti, solo tienes que cerrar las puertas al exterior un segundo para que se abran dentro de ti, con todo su color, con todas sus aristas, con todas sus variaciones de nivel, con la nieve cubriendo sus cumbres, eso les hace todavía aun más bellas, con toda esa agresividad fingida, con todo ese frio, que solo unos centímetros mas abajo late un corazón que siente, a pesar de su pétrea coraza. Y piensas, que tu naturaleza no es tan distinta si en realidad lo puedes sentir tan adentro, tu piel, a veces tan dura, pero q no te impide sentir los roces ajenos, y que a veces en silencio los deseas. Y tu corazón… quien no llego a sentir el alma de una montaña y se quedó enamorado eternamente de ese sentimiento, ya no de su tacto, ni de sus aristas, sino de ese escalofrío que sintió en la cima, o escalando sus paredes, ese escalofrío que le separaba del mundo real y le acerca a ese mundo primigenio de los sentidos, ese amor sin interés, sin esperas, ese amor totalmente indescriptible que solo puede explicarse con una tímida lagrima en el borde de los ojos esperando a que explote el cuerpo de sensaciones para poder salir. Si, no somos tan distintas, también hay quien simplemente las miró, y pensó en un montón de piedras, bellas, eso si, pero sin ni siquiera poder intuir, imaginar, lo que realmente se esconde entre sus grietas, entre sus paredes interminables, entre esas lagrimas que congeladas dan un aspecto espectacular a sus laderas. Cierro los ojos, y lo siento… no, no somos tan distintas.