lunes, 20 de septiembre de 2010

La montaña es mi reino..


Un bello paisaje no es sólo un conjunto armonioso de agua, piedras, arboles, sol y viento; para un chaval contituye ante todo un alimento.

Perderse es encontrar los propios vínculos: con uno mismo, con el suelo bajo los pies, con el sol que dicta la hora y reconforta, que nos indica la dirección y que nos da… sed, con esos relieves mas visibles, con las ventajas y los inconvenientes de las crestas y taludes. De nuestra fuerza interior brotan instintos, vigores complejos, indefinibles, espontaneos, positivos, heredados o frutos de la experiencia, que no sabíamos que estaban en nosotros.

La ascensión mas bella no merece hacer peligrar nuestra vida. De cualquier manera, la llegada a la cumbre jamás representa una victoria sobre la montaña sino sobre uno mismo.

Hemos nacido con un cuerpo, unos músculos, un corazón y un alma; está, nos ha llenado -lo queramos o no- de ardores y anhelos. Las montañas constituyen terrenos donde podemos experimentar lo mejor que la Naturaleza nos ha dado “gratuitamente”. Y es que muy en el fondo de nosotros existe el deseo, la necesidad, el placer de jugar y respirar; es decir, de correr, saltar, nadar, trepar…

Las cimas son algo más que una visión agradable de contemplar; están vivas. Con aureolas de leyendas, poseen un nombre y una historia que resuenan en nuestros corazones y en nuestra imaginación. Así, estas agujas de roca, estas nieves eternas, aparentemente estériles, indiferentes, inútiles, han llamado a los hombres, que tras responderlas en ocasiones han dado hasta la vida por ellas.

Fragmentos de “La montaña es mi reino”. Gaston Rébuffat

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